FLORENTINO

"Él cuenta, con ojos un poco sombríos, que poder estudiar en ese entonces era muy difícil..."
El mundo, también Bolivia y La Paz por supuesto, está lleno de historias que jamás fueron contadas. Yo les llamo historias dentro de la Historia y a la mayoría de ellas, las dejamos morir sin que sean contadas nunca. Esta es la historia de mi abuelo. La historia de FLORENTINO QUISPE.
Él cuenta, con ojos un poco sombríos, que poder estudiar en ese entonces era muy difícil, ya que antes solamente daban preferencia a los que tenían poder, dinero, a los hijos de los hacendados. Entonces la educación para la gente del campo era prohibida. Pero Florentino estudiaba y aprendía cosas básicas pero importantes, como leer y escribir.
Todas las noches a escondidas con el señor “Thomas Tío” aprendía con el temor de ser castigado por su patrón.
Don Florentino Quispe. Fotografía Jhenny Britany Yujra
Cuando cuenta todo esto, parecen volver la preocupación, la angustia de aquellos momentos.
Debe tener unos 80 años de edad en este momento, porque nació cerca del año de 1936, en Achuta Grande, en la hacienda perteneciente a Daniel Mercado, durante el gobierno de David Toro.
Si, el que fundó Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos. Desde niño empezó a ayudar a su mamá en los sembradíos de esa hacienda, recogiendo papa, granos, quinua, cebada.
Con los ojos un poco llorosos me cuenta que a los 16 años de edad murió su papá. José Quispe. Corría el año de 1952, en el primer gobierno de Víctor Paz Estenssoro, en el que se implementaron las principales reformas del siglo XX en nuestro país. El voto universal, la nacionalización de las minas, la reforma agraria y la reforma educativa… Él trabajaba muy bien para su patrón Daniel Mercado, tanto, que se lo llevaron a ayudar a otra hacienda, ubicada en la ciudad de La Paz.
Parecía que todos sus años de sufrimiento y trabajo en la hacienda al fin le iban a dar frutos. El patrón también le aseguró que le iba a donar un terreno en Achuta Grande en recompensa por todos sus servicios. Entonces él se puso a trabajar con más felicidad y con muchísimas más ganas.
Entonces, habiéndose promulgado la reforma agraria en esos años, y ante el empuje de los indígenas, se destruyó el latifundismo y así fue que don Florentino dejó ese “trabajo” en la hacienda, y ya habiendo cumplido 18 años se fue al cuartel voluntariamente.
Él nos cuenta que en ese momento, el cuartel era mucho más “obligatorio” que ahora, y que si uno no iba voluntariamente, entonces venían unos señores a obligarlos a entrar a camionetas grandes para llevarlos a cumplir su servicio “a la patria”.
Él se fue a la provincia Bautista Saavedra, en la localidad de Charazani, donde solo se hablaba quechua, gracias a esto aprendió a hablar aunque sea un poco el quechua. Y así pasaron las horas, los días, los meses, y casi sin pena ni gloria se cumplió el año. Al término de este periodo, él regresó a La Paz para poder construir su propia casa y arar la tierra, en el terreno que el patrón le había regalado. Con mucha dedicación y esfuerzo construyó sus primeras casitas, hechas de tapites, hechas de tierra. También cubrió el techo con paja, ya que en ese tiempo no había ladrillo o calamina para hacer el trabajo más fácil. También cuenta que las maquinarias que existen actualmente para trabajar la tierra no existían más antes, porque en ese pasado al que se refiere don Florentino se trabajaba con la famosa yunta.
Pero también me cuenta con detalle y un poco enojado, mostrando sus bellas arrugas, formando en su sien una expresión de enojo, que todo el dinero que había ahorrado a lo largo de ese año se fue a la basura porque ese año, durante la presidencia de Hernán Siles, se cambia al peso boliviano y estalla una de las peores inflaciones que atormentó a este país. El dinero ya no servía para nada.
Acabando este año se fue a trabajar como cuidador en las ruinas del Tiwanaku, y ahí pudo aprender un poco de inglés, ya que venían muchos extranjeros a visitar ese sitio arqueológico tan importante en Sudamérica.
Me obliga a sentarme de nuevo y empieza. Es una historia pequeña de lo que le pasó antes cuando era apenas un niño. Me afirmó que algunos de los yatiris que actualmente trabajan en la ciudad de La Paz son unos ¡MENTIROSOS Y LADRONES! Ya que ellos no hacen un ritual que se hacía por la noche, en el que los aspirantes a yatiris se queman las manos. Después de esta ceremonia, recién puedes tener ese poder extraordinario de leer la coca, o en última instancia ser brujo. Con un poco de susto y tensión me dice que ese ritual es muy peligroso, ya que muchos ahí pueden llegar a volverse locos o caer simplemente muertos.
Me cuenta esta historia tranquilamente, sentado y cansado en su cama, con una pequeña radio a su lado. Este es su único medio de comunicación para poder enterarse de lo que pasa en nuestro país o en el mundo. Actualmente su único sostén económico es la renta dignidad. Él me cuenta con gran tranquilidad que ya no le tiene miedo a la muerte.
Cuando le pregunto por qué, él me responde: porque creo mucho en Dios.
Así termina mi entrevista con don Florentino. Una pequeña historia que tuve la suerte de conocer. Una pequeña historia que nos muestra la otra cara de la que se registra en los libros de ciencias sociales. Mi abuelo, que es también, de alguna manera, mi historia.
Esta sí que es una historia que atraviesa como una flecha gran parte de la Historia de este país, pero cuando estaba por dar terminada la entrevista, cuando ya estaba a punto de despedirme, don Florentino, mi abuelo, se acordó de algo más, algo que su memoria, ahora frágil, recuerda y cuenta con gran misterio.
Don Florentino Quispe.
Fotografía: Jhenny Britany Yujra.
Redacción Crónica: Jhenny Britany Yujra