SETENTA Y CUATRO AÑOS DE REBELDÍA

Doña Blanca Usquiano una feminista, de esas que se encuentran aportando a la sociedad desde esa cotidianidad invisibilizada.
Siempre creí que los ojos de las personas transmiten lo más sincero de su alma. Y cada vez que escuchaba alguna de las muchas historias que tenía para contarme, podía ver la emoción, la experiencia y la sabiduría que esos ojos reflejaban.
Jamás pensé que esa tarde de octubre aquella persona que conocía desde que tengo uso de razón me seguiría sorprendiendo, como siempre lo hizo. Qué ingenua fui al pensar que ya me había sorprendido lo suficiente.
Entre los años 1947 y 1949 el principal avance para la mujer boliviana fue la “otorgación” del derecho a elegir y ser elegidas. Claro que este voto fue restringido a las mujeres que sabían leer y escribir. En efecto, se consideraba que el otorgar el derecho a votar, limitado a las elecciones municipales, era una forma temporal de “poner a prueba” a las mujeres con el fin de ver si realmente eran capaces de participar en política responsablemente.
Bajo ese contexto, en un pueblo donde abundaban los bellos paisajes, alejado de la gran ciudad, un 5 de septiembre de 1944 nace Blanca Usquiano Suarez, para causar “revolución”, ser una muestra clara de la rebeldía y dejar impactado a todo aquel que la conociera. Es precisamente lo que entendí cuando le pregunté qué acontecía el momento de su nacimiento. Hubo un momento de silencio y respondió:
- Tus preguntas son muy indiscretas, pero yo creo que el momento en el que nací hubo tristeza en mi familia, sobretodo en mis padres, ya que al ser la tercera hija después de un varón y una mujer, ellos esperaban otro varón.
En ese instante comprendí o bueno, comprendimos, que desde el momento de su nacimiento Blanca Usquiano fue una rebelde, por el simple hecho de haber nacido mujer, rompiendo con todos los estereotipos existentes en aquel entonces.
El tiempo fue transcurriendo y para cuando la señora Blanca tenía 7 años, descubrió algo que iba a ser fundamental en su vida. Así pues, con tan corta edad, se dio cuenta de que una de las principales funciones en su vida se centraba en el “voluntariado social”. Cuando le pregunté a qué se dedicó durante gran parte de su vida, me dijo con una sonrisa en su rostro y sin dudar:
- Siempre me he dedicado al voluntariado social, cualquier persona que se acercaba a mí en busca de ayuda, pues lo conseguía.
Y pude confirmar que era cierto ya que en aquel pueblito tan lindo en el que vivíamos no había persona que no conociera a la señora Blanca Usquiano. Entonces en ese momento le pregunte que desde cuando se dedicaba a esta gran labor. A lo que ella respondió:
- Con mis 7 años de edad y viviendo aun en la época donde existían las haciendas pude ver que los hijos de aquellas personas que eran consideradas como criadas no sabían ni leer, ni escribir. No lo dudé más y como yo si pude tener esa oportunidad, me dispuse a reunir en un primer momento a 3 niños y con el libro que utilizaba en la escuela empecé a enseñarles.
La historia nos muestra que aunque hubo avances claros respecto a la mayor extensión de la educación pública en Bolivia, después de la Guerra del Chaco, el Censo de 1950 muestra que solamente el 32% de la población boliviana podía leer y escribir, quedando la gran mayoría de la población marginada de los beneficios de la educación.
Ante esta situación y ya decidida la Reforma Educativa, se plantea como uno de los objetivos principales del gobierno, la incorporación de todos los bolivianos en edad escolar a la educación regular, asumiendo para sí un lema ya popular en diversos países de América Latina: «de una educación de castas a una educación de masas».
Mientras más iba preguntando y escuchando me di cuenta de algo que me dejo en shock por un momento, ya que al conocer cada una de las anécdotas que la señora Blanca me contaba me despertaba la inquietud de preguntarle algo que quizá sonaría loco e inesperado dentro de mi cabeza. Sin embargo, realmente quedaba la posibilidad de que aquello que sospechaba pudiese ser cierto. Entonces, después de muchas dudas, decidí hacerle la pregunta que tanto me inquietaba:
- ¿Usted es feminista?
Me miró y me mostró una sonrisa que contenía un poco de picardía… Con gran alegría y para sorpresa mía, me respondió:
- Sí. Siempre he creído que ni el hombre, ni la mujer puede sentirse superior al otro. Lo que más detesto en esta vida son las injusticias, no las soporto, constantemente he luchado contra ellas.
Al saber esto, pude ver que cada una de las historias que tenía para contarme contenía valentía, para ir contra un sistema opresor, contra una sociedad que lo único que quería era imponer roles y darle el poder a un solo tipo de personas. Pues en cada una de sus anécdotas, Blanca Usquiano deja siempre la hipocresía de lado –como ella misma dice- y hace prevalecer su opinión enfrentándose a todo aquel que ingenuamente piensa que una mujer como ella estaría callada y sumisa.
Recuerdo también y es grato hacerlo, que después de conocer su gran interés por el feminismo y su forma de revelarse en cualquier situación de injusticia, sin dudar y totalmente convencida, le dije:
- Veo que usted siempre fue una mujer “empoderada”.
- Claro, puedo decir que soy una mujer empoderada y con muchas hormonas.
Doña Blanca Usquiano. Fotografía Camila Romaneth Gutiérrez |
Ese momento las dos nos pusimos a reír, ya que fue la respuesta que menos esperaba y que me impactó más hasta el día de hoy.
En octubre de 1964 Blanca Usquiano se casó tomando la decisión más importante de su vida. Ahora, al recordar a Víctor, su esposo, sus ojos se llenan de lágrimas ya que su compañero de vida se ha ido ya. En ese instante nos invade la nostalgia a las dos y un silencio largo nos nace de pronto, hasta que por fin aquella sonrisa vuelve a su rostro, y entonces me pide continuar con las preguntas. Entonces puedo ver que la fortaleza también es parte de ella.
Entonces volvimos a nuestra charla. Le pregunto si su esposo intentó ser machista con ella. Ella me dice que al principio lo intentó, pero que entonces ella tuvo que ponerse fuerte y manejar la situación para que ambos tengan las mismas oportunidades. Fue en ese momento que se le salió aquella frase que caracterizó toda su vida, y que siempre llevaré conmigo:
- Mujer educada educa a toda su familia.
Debo admitir que cada una de las anécdotas, de las historias y de las enseñanzas de aquella tarde, me dejaron impresionada. Ese día descubrí algo que hasta entonces ignoraba: Blanca Usquiano admiraba a una de las más grandes mujeres de nuestra historia, a Domitila Barrios de Chungara, una de las primeras líderes del movimiento minero. Entre otras cosas ella afirmaba que el cambio debía darse mediante la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, en el acceso igualitario a la educación y al trabajo, para emprender una lucha en pareja contra la opresión y la dominación del capitalismo.
- Cuánto no hubiese querido luchar junto a Domitila Chungara, una de las mujeres que más he admirado… Pero ya ves, decidí luchar junto a mi familia, en mi entorno, a mi manera.
Me di cuenta entonces, que no importa la manera, la forma, el lugar o el momento si realmente estas convencida de que el cambio es imprescindible y es algo por lo que merece la pena luchar. Además de que nunca es tarde. Existen muchas mujeres como Blanca Usquiano o Domitila Barrios, junto a muchas más que lucharon a su manera, cada una en su trinchera y que aún lo siguen haciendo. Quizás no conozcamos sus historias, pero están ahí, entre nosotras, esperando que pongamos un poquito más de atención para descubrirlas.
Doña Blanca Usquiano Suarez
Fotografía: Camila Romaneth Gutiérrez
Redacción crónica: Camila Romaneth Gutiérrez